First things first. Una de las cosas por las que me gusta escribir es para acudir a ello cuando lo necesito. Estos días estoy bastante emocionada con Substack, con lo muchísimo que se adapta esta plataforma a lo que yo quiero, sin necesidad de estar gestionando todos los entresijos de un blog o página web, por muy sencillo que sea. Porque si algún día quiero crear otros tipos de suscripciones, siento que es sencillo y, por supuestísimo, por la cantidad de perfiles que estoy descubriendo que me chiflan. Antes me encantaba leer revistas online, artículos interesantes y, por supuesto, blogs. Aquí siento que puedo recuperar eso y, además, disfrutarlo.
Dicho esto, me pongo a leer lo escrito y hago un resumen, y encuentro: listas, objetivos, propósitos, agobios de Navidad, bla, bla, bla, y me estreso yo sola. En el mundo en el que vivimos, con tanto acceso a tantísima información, es muy fácil caer en querer abarcar todo lo que nos interesa. No hablo de desinformación o de perder el tiempo tragándonos cosas que ni nos interesan ni nos aportan, sino que realmente puede haber infinidad de cosas que nos flipen, pero es inasumible abarcarlas todas. Por eso quería decir por aquí que, al final, se trata de leer sobre todos los temas que nos interesen, dosificándolos. Lo dije el otro día y lo repito: una cosa a la vez. :)
*****
En enero sentimos que vivimos varios meses en uno solo. No recordamos casi ni qué nos pusimos las últimas uvas, porque enero es largo. Muy largo. Supongo que se debe a la mezcla de todo: la intensidad de las semanas anteriores, la cantidad de planes que han surgido (probablemente muchos más de los que te gustaría tener), los sentimientos de todo tipo que levantan esos días, etc. Todo ello seguido de un mes un poco “hormiguita”, un mes de pocos gastos, de, muchas veces, algo de vacío emocional, de una presión autoimpuesta de "¿y ahora qué? Es enero, tengo que hacer algo más". No estoy yendo al gimnasio, pero empiezo este mes, y este mes no acaba… y te lo recuerdas todo el tiempo. No estoy llamando a mi hermana como nos prometimos en ese abrazo con olor a gambas, tengo que reorganizar el cuarto de juguetes de mis hijos después de haber pasado un tsunami y tener nuevas (demasiadas) incorporaciones, reorganizar la economía porque enero también tiene algo de eso. Y, nos guste o no, rara vez en nuestra cabeza, aunque sea por un ratito, no aparece la palabra "propósitos", "cambios", "novedades". Y eso se hace muy, pero que muy, pesado.
Hoy, para hacer sentir bien a mi hija por una cosa que había pasado, le he dicho que si existen las palabras, es por algo. Ha sido una de esas mañanas en las que el zumo se cae, después el agua y después cualquier cosa, básicamente. De esos días en los que por las mañanas no sabes ni dónde estás, y ella es muy autoexigente y yo quiero que le dé todo un poco más igual, ya me entiendes. Alguna vez he tirado yo un vaso al suelo o cosas así, adrede, para que vea que a mí también me pasa, y otras me pasa porque sí, claro.
A veces me pregunto de dónde sacan los niños ciertas cosas cuando tú intentas transmitirles todo lo contrario, pero claro, no solo vale con intentar transmitírselo… Uno mismo tiene que ser todo lo contrario. El caso es que esta vez, teniendo en cuenta que era muy pronto, que había que salir al cole y que odio que se machaque, no tenía tiempo de pararme mucho en ello para que se fuera tranquila, por lo que le dije que se nos tienen que caer las cosas para que exista la palabra “caerse” y ella me ha sonreído. Empezamos a decir cosas que existen para que existan las palabras, como hacer caca y cosas así, aunque sea una palabra “fea”, porque tenemos que hacer caca, y le ha parecido una fantástica reflexión. Siguiente.
Hablando de desayunos, todos los miércoles, desde hace no tanto, unos 3 meses, antes de mi cita semanal de 11 a 12, me tomo un café sobre las 10:40 en una cafetería. Una cafetería que suele estar llena, supongo que entre otras cosas porque tienen de todo, incluso unos churros con una pinta increíble que no he podido probar, y hasta que sé que no puedo hacerlo, nunca se me habían antojado de lunes a viernes, y menos un miércoles. Era un placer que mi cabeza, desde pequeña, reservaba para los domingos, pero ahora que no puedo, y que los tengo tan a mano, me apetecería probarlos. ¿Queremos lo que no podemos cuando no podemos? ¿Cuando sí podemos, lo queremos igual?
Uno de mis mayores retos (vitales, no de enero) es no enredarme en pensamientos, no necesariamente absurdos, pero con cosas que se escapan, al menos en la inmediatez, de mi capacidad de reacción. Durante mucho tiempo he pensado que tenía que quitármelos de la cabeza como fuera, que cómo es posible que algo con lo que no puedo hacer nada ahora mismo ocupe tanto espacio de mi cerebro y erre que erre con eliminarlos. Pobre de mí. Tras un largo y complicado camino, primero llegó el entender y, sobre todo, aceptar que la cuestión no es que se vayan, porque no se puede (o no siempre, que no quiero decir cosas que incomoden a nadie). Por lógica, algo que te preocupa o inquieta no va a dejar de hacerlo porque tú se lo digas. Si te preocupa, es por algo. La cuestión es darle el espacio que le corresponde. Todo un reto, pero es que es lo que hay. Es decir, si algo me afecta mucho, no me quedo encerrada en ello mirando al cielo con cara de angustia tres días seguidos, sigo, hago cosas, aun sabiendo que eso está ahí, y poco a poco ese pensamiento va entendiendo cuál es su espacio. Es un poco como ir aprendiendo a decirle “estás aquí, sí, pero ahora no, luego hablamos”. Hay que hacerlo, porque si no, lógicamente, ellos van a querer ocupar cuanto más espacio, mejor.
Ja, no lo consigo todo el rato ni mucho menos todos los días. Para adelante, para atrás, para adelante, para atrás, como en ese columpio del parque medio oxidado que, con su desagradable ruido, te recuerda tooodo el tiempo que vas de un lado a otro, aunque en este caso, ese vaivén te gusta, te encanta. Pero tras muchas horas de terapia, muchas lecturas y muchas experiencias, creo que es la única fórmula: aprender a vivir, muchas veces, con la incomodidad.
El otro día fui a Zaragoza en un viaje relámpago de trabajo. En las dos estaciones de tren tuve que ir al baño. Estos baños que han inaugurado hace no muchísimo tiempo (este rango puede estar entre 3 meses y 3 años porque no viajo muchísimo en tren) por los que pagas un euro para entrar, tienen música de pajaritos y están (casi siempre) extremadamente limpios. En ambas estaciones había personas que no entendían nada. En Zaragoza, un grupo de señoras mayores, lindísimas, apuntando en su memoria quién debía un euro y quién no, y repitiéndolo en voz alta varias veces para que a nadie se le olvidara. En Madrid, sin embargo, un hombre gritaba, como si el que decidió ponerlos estuviera ahí delante y pudiera sentirse mal, que aquello era una vergüenza, que a dónde íbamos a parar si ahora hasta para “mear” te cobraban un euro. Pude ver la gran diferencia entre generaciones. A mí, que me perdonen, pero sobre todo desde que tengo una hija que quiere hacer pis en los momentos más insospechados y complicados, contar con unos baños en cada estación donde no siento que va a coger todo tipo de cosas porque habitualmente estamos acostumbrados a dejar los baños públicos hechos un asco, me parece un regalo del cielo. Pero me imagino a mis abuelos ahí y no tengo muy claro qué pensarían ellos. O sí, quién sabe.
Enero se va, se escapa, y siento un poquito de pena por no haberlo aprovechado como me gustaría. Autoexigencia llamando a la puerta, que digo, entrando de un portazo sin avisar. Pero bueno, me aplico lo del columpio y realmente, he volado hacia adelante en muchas ocasiones. Muchas risas con mi hija, algunas sin ella, ciertos retos trabajados, algunos ya un poco asentados, casa bastante organizada, dos libros a mis espaldas, un viaje de trabajo bien aprovechado y por supuesto, unos Reyes Magos tremendamente disfrutados. No has estado mal, y aunque has sido largo, si por mi fuera, alargaría todos los meses de la infancia de mi pequeña hasta el infinito. Así que gracias, enero, que descanses, que te lo has ganado.
Que lindo Lara leerte por acá! Coincido cien x cien en lo que escribiste. Soy Romina de Buenos Aires y te sigo desde hace tiempo en IG, amo tu contenido, te dejo un beso y nos leemos 🤍
Me ha encantado el post Lara, que bien que te hayas animado a escribir por aquí, me encantaba tu blog